Nuevo Contrato Social
Nuevo Contrato Social (o Capitalismo filantrópico ‘necesario’)
En este escrito voy a exponer algunas de mis ideas y opiniones sobre los sistemas económicos. Mi postura resulta, en su conjunto, bastante ecléctica, aunque espero dejar clara la idea que voy a proponer a examen. Seré excesivamente breve, de otra forma, podría ocupar un libro. Asuman que se trata de un resumen o introducción. Estaré encantado de escuchar cualquier crítica o aportación; considérenla como una idea en desarrollo y abierta al conjunto de la sociedad. Por ello, aprovecho para agradecer sus aportaciones de antemano. Septiembre 2019.
A lo largo de la historia, el capitalismo ha presumido de haber servido a la economía de una manera más eficientemente que cualquier otro sistema económico. Sin embargo, continúa resultando controvertido demostrar qué sistema económico genera la mayor riqueza para los países y cuál distribuye con mayor justicia dicha riqueza entre sus individuos. Los argumentos anticapitalistas inciden en la desigualdad, la injusticia, la dependencia del crecimiento o la propensión a la confrontación, para denostarlo. Sin embargo, no conozco ningún otro sistema económico que esté libre de la mayor parte de esos pecados o que padezca, a cambio, otros peores. Lo que parece evidente es que el libre mercado ha ganado la partida, desde que en los años 90 China y Rusia no tuvieron otro remedio que adoptarlo como sistema intercambio económico y toma de decisiones. La historia se ha encargado de demostrar, en la práctica, las limitaciones del comunismo. No deseo entrar en polémicas, pero es necesario dejar claro porque considero al comunismo, la mejor solución, después de hayan fracasado todas las demás.
Warren Buffett critica y alaba al sistema capitalista de la siguiente manera:
“My wealth has come from a combination of living in America, some lucky genes, and compound interest. Both my children and I won what I call the ovarian lottery. (For starters, the odds against my 1930 birth taking place in the U.S. were at least 30 to 1. My being male and white also removed huge obstacles that a majority of Americans then faced.) My luck was accentuated by my living in a market system that sometimes produces distorted results, though overall it serves our country well. I’ve worked in an economy that rewards someone who saves the lives of others on a battlefield with a medal, rewards a great teacher with thank-you notes from parents, but rewards those who can detect the mispricing of securities with sums reaching into the billions. In short, fate’s distribution of long straws is wildly capricious.”
“Mi riqueza proviene de una combinación de vivir en Estados Unidos, algunos genes afortunados y el interés compuesto. Tanto mis hijos como yo ganamos lo que yo llamo la lotería ovárica. (Para empezar, las probabilidades de que mi nacimiento en 1930 en los EE. UU. fueron de al menos 30 a 1. Ser hombre y blanco también eliminó los enormes obstáculos que la mayoría de los estadounidenses enfrentaron). Mi suerte se acentuó al vivir en un sistema de mercado que a veces produce resultados distorsionados, aunque en general sirve bien a nuestro país. He trabajado en una economía que recompensa a alguien que salva la vida de otros en el campo de batalla con una medalla, premia a un gran maestro con notas de agradecimiento de los padres, pero recompensa a aquellos que pueden detectar la tasación incorrecta de los valores con sumas que alcanzan miles de millones. En resumen, la distribución del destino de palillos largas es tremendamente caprichosa “. Warren Buffett
Por su parte, otra de las grandes fortunas de nuestros tiempos, Carlos Slim, afirma que un empresario puede hacer con un dólar lo mismo que un político con tres. No puedo estar más de acuerdo con él.
Personalmente, soy de los que piensan que la iniciativa privada en mercados competitivos y sin barreras de entrada ofrece mejores resultados de satisfacción al ciudadano que la iniciativa pública. Asimismo, el trabajo realizado por cuenta propia proporciona mayores satisfacciones que el mismo trabajo realizado por cuenta ajena. También opino que hay sectores que no son privatizables sin correr el riesgo de poner en peligro a la sociedad en su conjunto, siendo la creación de dinero por parte de los bancos centrales o la justicia, buenos ejemplos. Tampoco existe una solución mágica cuando los oligopolios económicos han demostrado grandes dotes para influir sobre las estructuras de poder a través de lobbies y estructuras políticas que inhabilitan el funcionamiento del sistema capitalista para beneficio de ciertas élites; basta con pensar en el apoyo que los bancos centrales a los mercados de valores. Sin embargo, tratar de demostrar estas ideas sería entrar en un terreno pantanoso del que resulta muy difícil salir airoso y en el que la atención sobre el tema central se distrae fácilmente.
El tema central de esta exposición son las dudas sobre el futuro del capitalismo: ¿puede el capitalismo sobrevivir a los desafíos a los que se enfrentará la humanidad en el siglo XXI, sirviendo con éxito a las sociedades que lo adopten?
Problemas ineludibles del siglo XXI
Antes de entrar a explicar los pormenores de la idea central del Nuevo Contrato Social (o Capitalismo filantrópico ‘necesario’) quiero esbozar los principales rasgos de los problemas que dan lugar a la propuesta. Estos son los problemas en los que les invito a pensar en una solución:
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Los monopolios socaban la democracia al concentrar la riqueza, llegando a convertirse en un factor determinante de las depresiones económicas. La riqueza acumulada del 1% más rico en EEUU, utilizando el coeficiente Gini, ha pasado del 33,4% en 1962 al 45,9% en 2016 (Table 2. Wikipedia. No existiendo ningún prejuicio personal para dicha acumulación, la falta de un colchón de ahorro en la clase media amenaza con agravar las consecuencias de la próxima recesión, superando a la sufrida en (2007-2009) o llegando a convertirse en una depresión, incluso peor que la de 1929.
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Actualmente, y cada vez más, la tecnología es un factor determinante en la concentración de la riqueza, en la sustitución de la mano de obra humana y en la creación de nuevos monopolios globales. Cuatro de las cinco compañías de mayor capitalización bursátil en 2019: Apple (1976), Microsoft (1975), Amazon (1994), Berkshire Hathaway (1962) y Facebook (2004) son empresas tecnológicas, de alcance global, con menos de 50 años de historia. (Listado.
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Los recursos no económicos son malgastados o abusados por los ciudadanos que motivados por el interés personal y actuando independientemente - si bien racionalmente - terminan por destruir un recurso compartido común, aunque a ninguno de ellos les convenga que ello suceda. Tragedia de los Comunes.
“¿Qué significa libertad? Cuando los hombres mutuamente acordaron instaurar leyes contra los robos, la humanidad se volvió más libre, no menos. Los individuos encerrados en la lógica de los recursos comunes son libres únicamente para traer la ruina universal; una vez que ven la necesidad de la coerción mutua, quedan libres para perseguir nuevas metas.” Garrett Hardin
Permítanme añadir algunos datos obtenidos de los libros de Yuval Harari:
Nos encontramos a las puertas de una nueva era llena de posibilidades tecnológicas y al mismo tiempo más cerca que nunca de una crisis medioambiental que desencadenaría una depresión económica global de devastadoras consecuencias para la raza humana. Los últimos 500 años han sido testigos de un crecimiento vertiginoso y sin precedentes del poder humano:
- En el año 1500, había unos 500 millones de Homo sapiens en todo el mundo. En la actualidad, hay 7.000 millones.
- Se estima que el valor total en bienes y servicios producidos por la humanidad en el año 1500 fue de 250.000 millones de dólares (de hoy día). En la actualidad, el valor de un año de producción humana se acerca a los 60 billones de dólares.
- En 1500, la humanidad consumía unos 13 billones de calorías de energía al día. En la actualidad, consumimos 1.500 billones de calorías diarias.
- En esos 500 años, la población humana se ha multiplicado por 14, la producción por 240 y el consumo de energía por 115.
Problemas globales, exigen soluciones globales
Hasta el siglo XX los problemas globales se han corregido con soluciones nacionales o parciales, raramente coordinadas. A medida que los excesos provocados por el conjunto de la sociedad, y especialmente en los países desarrollados (exceptuando los países nórdicos) asfixian nuestro único planeta habitable, será necesario que la sociedad en su conjunto busque soluciones y serán los más ricos, dados sus mayores excedentes de recursos, los que tendrán que realizar un mayor esfuerzo para su resolución. No se me ocurre de qué otra manera podremos encontrar soluciones globales para problemas globales de vital importancia. Me cuesta entender como algunos empresarios de éxito, en su egoísta elusión del problema, buscan escapar de nuestro planeta, a cambio de contaminar, aún más si cabe, al resto en su huida. Cualquiera que sea el futuro de la humanidad, debería ser un futuro compartido, para bien o para mal. Por ello, implicar y dar capacidad de gestión a los individuos con mayor éxito financiero y empresarial en la solución de los problemas globales parece una buena forma de alinearlos con el éxito de la empresa común de nuestra sociedad. Al fin y al cabo, ellos y sus familias serán los más beneficiados. Por otro lado, confío en ellos más que en cualquier político y el hecho de tener una obligación filantrópica común puede ser la chispa que inicie un círculo virtuoso. Sin embargo, tengan presente que es el imperativo del conjunto de la sociedad quien debe marcar unas nuevas reglas de juego en un contrato social.
¿Cómo puede adaptarse el capitalismo para hacer frente al futuro? Warren Buffett alienta a cientos de familias ricas a seguir su ejemplo, pero quizá eso no sea suficiente para convencer a otros magnates como Carlos Slim de la necesidad de solucionar los inaplazables problemas de la sociedad. Demos a Carlos Slim la oportunidad de que sus deseos se hagan realidad cuando afirmó que su concepto filantrópico se basa más en conseguir resolver problemas que en repartir dinero como Santa Claus. La contraposición de estas dos posturas me hizo pensar sobre cómo el sistema capitalista podía corregir sus propios excesos y solucionar sus problemas.
La idea central del nuevo contrato social (o capitalismo filantrópico necesario) es analizar la limitación temporal del patrimonio de los individuos a una cantidad máxima cuyo exceso, en vez de ser recaudado vía impuestos, sea separado del patrimonio del donante y dirigido al desarrollo de aquellos proyectos comunitarios que el donante elija libremente y en los que formará parte – si lo desea - de sus órganos de gestión y administración.
A nivel práctico consiste en establecer un nuevo contrato social donde los ciudadanos pueden reducir temporalmente el poder de los gobernantes, cuando las decisiones prácticas de estos últimos solo benefician a los grandes poderes económicos y se desentienden del bien común para satisfacer las demandas de dichos poderes. El bienestar general se coloca por delante del beneficio económico al limitar la riqueza mientras los problemas inaplazables no estén solucionados.
¿Por qué llamarlo Capitalismo Filantrópico Necesario? Son varias las razones: primero, porque no es un mero ajuste de política fiscal, si no una limitación, posiblemente temporal, al funcionamiento de un sistema económico cuyo éxito ha sido indiscutible si observamos su implantación a nivel mundial y que, sin embargo, está demostrando una limitación a la hora de resolver ciertos problemas globales que ni los gobiernos, ni las instituciones políticas, ni la sociedad en su conjunto han sido capaces de resolver.
¿Y por qué necesario? Porque quizá sea el propio sistema económico el que tenga que salir al rescate y demostrar si está a la altura del reto o debe pasar el testigo a otros sistemas económicos, como el comunismo o el socialismo. La tentación puede ser imponer dicho sistema, en cuyo caso, se habría llamado obligatorio, pero es necesario que las sociedades lo elijan libremente, por esa razón se trata de un Nuevo Contrato Social.
No se trata de un impuesto propiamente dicho, ya que no es una transferencia de recursos desde el sector privado al sector público, cuando es el propio filántropo quien organiza los recursos para alcanzar un objetivo libremente elegido. Tampoco es una donación en el sentido estricto dado que no sería voluntaria, de ahí el adjetivo de ‘necesario’.
Teniendo en cuenta que la idea parte de la forma en que el inversor Warren Buffett ha realizado sus donaciones filantrópicas, es oportuno referirnos a las razones que le llevaron a tomar su decisión. Melinda y Bill Gates han formado parte de dichas iniciativas con su fundación y aquí explican las razones.
Problemas inaplazables
No es mi intención señalar la lista de problemas inaplazables que deben ser consensuados por la sociedad en su conjunto, así que bastará uno de ellos para introducirlo a modo de ejemplo: la degradación y destrucción de la naturaleza y el medio ambiente - por la mano del hombre - debería de servir para marcar un listón con el que juzgar el resto de los problemas. Es un problema que pone en riesgo la propia continuidad de la vida. No se trata de un capricho de unos pocos que cada uno pueda conseguir con su esfuerzo personal o de algo de lo que podamos prescindir y continuar con nuestras vidas. Es imperativo y limitante a todos los niveles: desde el global, hasta el personal. La categoría de inaplazable debería de estar formada por aquellos problemas que pongan en riesgo la existencia de la raza humana o de la sociedad en su conjunto. Se trata de un esfuerzo conjunto para que la supervivencia individual y la búsqueda del máximo beneficio empresarial no entorpezcan la toma decisiones de forma conjunta o directamente enfrente a una gran parte de la sociedad, contra una minoría.
Si bien el problema de una vivienda digna me parece acuciante, no entraría, desde mi punto de vista, dentro de la categoría de imperativo y limitante, como si lo harían la revolución tecnológica que puede dejar sin trabajo a buena parte de la población mundial al transformar a velocidad de vértigo los sistemas económicos. No se trata de hacer caer sobre los hombros de aquellos que hayan tenido éxito en sus empresas las consecuencias de todos los males del mundo o de buena parte de nuestras malas decisiones. El 1% más rico no es culpable de la sobrepoblación y expropiar sus bienes no solucionará el problema de nuestra capacidad reproductiva o la limitación de recursos en el planeta. No podemos caer en la tentación de considerar todos los problemas como imperativos y limitantes. Urge ordenarlos y marcar un corte, o caeremos en los propios errores del comunismo y en la dictadura de la mayoría.
Una vez que dicho problema haya sido claramente solucionado, con un objetivo establecido de antemano, se podrá modificar el límite de riqueza al alza e incluso permitir al empresario recuperar parte de lo destinado al esfuerzo filantrópico si ha tenido éxito al alcanzar el objetivo. La urgencia de los problemas debe marcar distintos límites a la riqueza, eliminando los límites cuando se eliminen los problemas.
Sin embargo, existen muchas formas distintas de abordar los problemas inaplazables. Unos pensarán que proteger la naturaleza será la mejor solución; algunos considerarán prioritario el control de la población para reducir el impacto de un problema causado por los propios humanos; otros considerarán la búsqueda de una energía limpia e inagotable como la forma de alcanzar el objetivo; algunos considerarán la educación como la única vía de solución; pocos – espero- considerarán el laisse faire (tal y como la naturaleza siempre ha llevado a cabo) como solución natural una vez el sistema se ha sobrecargado. Tengamos en cuenta que una búsqueda teórica de la solución nos llevaría a dirimir quién tiene razón en el planteamiento de la solución; dejar que cada proyecto busque su propia solución e intentar medir el impacto es una forma pragmática de abordar el problema, más acorde a un sistema de libre mercado.
Este ajuste al sistema capitalista no debe alentar necesariamente al crecimiento socialista del sector público. Si su necesidad se hiciera permanente, estos principios deberían reducir el margen de actuación del estado e integrar a un nuevo competidor que, con la debida ventaja, aumente la eficiencia, tanto de su competidor estatal (permitiendo una rebaja de impuestos), como de su competidor no filantrópico (la iniciativa privada). No es el objetivo alcanzar un monopolio sin ánimo de lucro sino alumbrar una competencia al margen de monopolios (públicos o privados), oligopolios y lobbies políticos. Y dicho objetivo, si es alcanzable, sólo lo será con la ayuda de aquellos empresarios que han demostrado su capacidad en el mercado. Son muchos los peligros que convierten un buen deseo en una pésima práctica (a las dictaduras me refiero). Personalmente, sigo la máxima popular que afirma que: “En teoría, la teoría y la práctica son iguales; pero en la práctica no”. Eso me lleva, en teoría, a abrazar el comunismo y, en la práctica, a ser seducido por la evidencia del éxito del capitalismo liberal. El reto es anular las limitaciones de cada uno de estos sistemas evitando la corrupción estatal y no caer en la arrogancia de intentar crear un nuevo sistema teórico.
Condiciones de los proyectos filantrópicos
Es fundamental establecer las condiciones básicas que garanticen la independencia entre el capitalista y su proyecto filantrópico. Entre esas condiciones seguramente se encontrarían las siguientes que buscan garantizar que:
- el proyecto, sin ánimo de lucro, debe ser declarado de interés público o considerado objetivo de uno de los problemas inaplazables;
- ni el filántropo, ni ningún familiar directo o indirecto podrán beneficiarse de los gastos o inversiones de dicho proyecto y
- las actividades del proyecto deben generar un beneficio para la sociedad.
Como es evidente, estas reglas pueden ser guías perfectas para los lectores bienintencionados o fáciles de evitar para el asesor bien remunerado que busque la trampa en la ley. Por ello, dependiendo del grado de necesidad en que la sociedad valore cada proyecto, el capitalista filantrópico podrá ver aumentado el límite aplicado a su patrimonio, llegando a multiplicar dicho límite máximo de patrimonio por la buena valoración pública de su proyecto y sus resultados.
Temporalidad
Este sistema de limitación de riqueza puede considerarse temporal y llevarse a cabo durante el tiempo necesario para que los problemas inaplazables a los que se enfrenta la sociedad en su conjunto sean solucionados. La forma de revertir el proceso podría fijarse al aumentar progresivamente el límite patrimonial y permitiendo que los empresarios filantrópicos de éxito obtengan la reversión del control y los beneficios sobre sus propias iniciativas. En la medida que estas hayan sido exitosas, su esfuerzo se habrá visto recompensado también financieramente. El resultado de los proyectos puede, bajo ciertas circunstancias, volver a integrar el patrimonio del filántropo si éste se viera mermado considerablemente, por causas ajenas al gasto de sus recursos y los resultados de su trabajo filantrópico fueran positivos. No es el objetivo repartir la pobreza ni castigar el éxito o el emprendimiento, sino solucionar problemas inaplazables.
Condiciones de competencia desigual
Es evidente que una fortuna cuyo patrimonio es limitado no verá con buenos ojos, como sus competidores -no sometidos a las mismas reglas- puedan estar motivados para hacer crecer el valor de su patrimonio sin limitaciones. Por esta razón, aquellas empresas que no estén sometidas a las nuevas reglas filantrópicas no podrán operar en el mercado en las mismas condiciones que un jugador que sí está sometido a dichas reglas. Esto significa que las reglas se aplicarán a todas aquellas actividades en las que opere un capitalista filantrópico y obligaría a grabar impositivamente en su precio de venta al público (multiplicando sus impuestos de valor añadido) a los bienes o servicios que compitan con el producto filantrópico con la intención de dar una ventaja competitiva al capitalista filántropo. Dicha regla es una barrera de entrada a productos externos que directa o indirectamente remitan sus ingresos a empresas de la competencia, nacionales o extranjeras, en dicho sector.
Recursos Filantrópicos e implementación
La implementación real del sistema supone un problema importante, aunque no insalvable. Por eso, es necesario establecer unas líneas maestras para el flujo de dichas donaciones:
- Las donaciones se podrán realizar para proyectos diseñados y ejecutados por el propio filántropo o en proyectos de terceros. En caso de ser proyectos propios el desembolso de todas las cantidades se realizará al inicio del proyecto que deberá quedar establecido en un año desde la entrada en vigor de la ley. En caso de ser un proyecto de terceros, en los siguientes 5 años desde el inicio del proyecto y su conversión en líquido se realizará a medida que se necesiten para la ejecución de dicho proyecto.
- Las donaciones se podrán realizar en dinero o en especie. Si fueran en especie distinguiremos entre acciones o valores mobiliarios, bienes raíces u otras. En caso de ser acciones se podrán activar mecanismos que no perjudiquen el control de las empresas que llevaron al capitalista hasta dicha posición a través de mecanismos de donación de acciones sin derecho a voto, aunque todo mecanismo que dificulte la liquidación de una posición debe disminuir el límite patrimonial del capitalista filantrópico. Para el resto de los bienes, se deberá considerar la mejor manera para su utilización. Para el cálculo patrimonial se aplicará el valor de mercado de los bienes valorados.
Fracaso de la iniciativa
¿Qué razones podrían llevar al fracaso de una iniciativa que, si bien de sentido común, nunca agradará a quienes deben de aportar los fondos para que se lleve a cabo? Se me ocurren demasiadas razones, pero el egoísmo y la desidia parecen dos claros candidatos para un sistema de resolución de urgencias colectivas que precisa, justamente, de altas dosis de generosidad y motivación colectiva.
Si la clase media, que posee el poder de movilización necesario para implicar a través de cambios legislativos al 1% más rico, tarda demasiado tiempo en reaccionar y exigir una solución a los problemas inaplazables, nos tendremos que conformar con las soluciones que algún día puedan encontrar aquellos con los medios para llevarlas a cabo, pero sin el control político. Es evidente que las decisiones desesperadas tendrán un claro componente de enfrentamiento para perpetuar el status-quo de algunos, frente a las necesidades de la mayoría. La democracia presupone la capacidad de tomar decisiones por parte de los ciudadanos. Cada vez que dicha premisa se encuentra comprometida, el sistema democrático se debilita.
El egoísmo puede retrasar mucho algunas decisiones. ¿Qué clase de circunstancias llevarían al 1% más rico a organizarse para solucionar un problema global? ¿Será ese 1% capaz de ponerse de acuerdo en un límite de riqueza, en las condiciones para implementarlo o en la forma de dirimir sus posibles conflictos cuando su riqueza se basa en el principio de competencia, maximización y beneficio personal? Ambas cuestiones generan dudas. Tengamos en cuenta que la clase media parece más polarizada que nunca y susceptible a caer en las más simplistas etiquetas, en aceptar cualquier explicación o creer cualquier justificación que les exima de la responsabilidad y el esfuerzo que requiere investigar y contrastar información para llegar a conclusiones fundadas en un análisis personal. Si la alarma de los científicos no ha sido suficiente para alertar a la ciudadanía en general, tampoco lo va a hacer una iniciativa tan difícil de implementar. No me refiero solamente a esta iniciativa, si no a cualquier otra alternativa y que tenga que enfrentarse al reto de convencer a una mayoría que carece de sistemas comunes de resolución de tragedias, tal y como explicaba Garrett Hardin en la cita antes mencionada. El egoísmo de una clase media carente de valores e incapaz de realizar un esfuerzo humano proporcional al del 1% más rico, la corrupción de la clase política gestionando el resto de recursos públicos o una clase baja desmotivada por el esfuerzo que supone ascender en la escalera social supondrían una injusticia difícil de justificar al esfuerzo del 1% más rico. Sólo existe una razón que justificaría la frustración del 1% más rico tras haberse limitado su riqueza: ser testigos de que sus resultados a la hora de gestionar la solución del problema no han dado los frutos esperados, por sus propios errores y no por errores ajenos. Por otro lado, su éxito justificará ante la sociedad y no sólo ante el mercado, que son merecedores de una riqueza sin límites.
La solución a este problema más parece un arte que una ciencia; un arte en el que hay que evitar que cualquier individuo o clase social que tenga la posibilidad de ejercer su poder perjudicando a la sociedad en su conjunto, pueda hacerlo.
Se impone una escala de valores fácil de exponer, pero difícil de implementar: global, nacional e individual. Ojalá, Naciones Unidas hubiera tenido éxito durante todo el tiempo del que ha gozado, pero no ha sido así y se acabó el tiempo; es necesario buscar soluciones alternativas urgentemente.